Las relaciones familiares durante la adolescencia se han convertido en uno de los tópicos que suscitan más interés entre investigadores y profesionales de la psicología, probablemente porque uno de los mitos asociados a la imagen negativa sobre esta etapa se refiere al deterioro del clima familiar a partir de la llegada de la pubertad.
La relación entre los padres y los hijos adolescentes no es un camino fácil y durante esta etapa de transición entre la niñez y la etapa adulta a veces surgen discrepancias y conflictos. El adolescente se encuentra en una época de cambios tanto físicos como psicológicos y los padres deben ayudarles durante el proceso a la vez que corregir algunos de sus errores
La adolescencia busca ser ella misma, desea romper el cordón umbilical con los padres, ser libre, autónoma y así ha de ser, pero debemos estar a su lado para indicar a nuestros hijos el mejor camino y para ello hemos de encontrar el equilibro entre darles suficiente independencia y protegerlos de su inmadurez.
Los padres ante los hijos adolescentes suelen encontrarse desorientados en cuanto a cómo deben actuar con ellos; a cómo es la mejor forma de comunicarse, cómo saber qué hacen realmente los fines de semana, cómo conocer si están teniendo conductas de riesgo, y muchos interrogantes más ante los cuales no encuentran respuestas ciertas y es que los padres también se encuentran sujetos a cambios y la pubertad de los hijos suele coincidir con la etapa de los 40-45 años de los padres. Este periodo, denominado por algunos autores crisis de la mitad de la vida, ha sido considerado como un momento difícil y de cambios significativos para muchos adultos (Levinson, 1978), lo que podría suponer una dificultad añadida a las relaciones entre padres e hijos durante la adolescencia y más aún sumado a los conflictos cotidianos que se desatan a través de la falta o inadecuado manejo de la comunicación.
Una buena relación entre padres e hijos consiste en respeto, comprensión, confianza y preocupación. Estas cualidades son aquellas que ayudarán a mantener una relación con ellos tan íntima como cuando eran pequeños, y es que criar hijos adolescentes conlleva satisfacciones y desafíos y conforme nuestros hijos crecen van adquiriendo su independencia y esto es una parte normal y natural del crecimiento que debemos aprender a manejar y nosotros como tutores hemos de propiciar los pasos iniciales para que se dé ese cambio de etapa siempre adecuándolos a su edad y características personales.
Generalmente, los conflictos con nuestros progenitores aumentan a comienzos de la adolescencia, se estabiliza hacia la mitad de esta etapa y disminuye después de que el adolescente ha alcanzado los 18 años. Custodiar una buena relación entre padres e hijos es crucial para mantenerles sanos y seguros pues esa relación íntima con ellos permitirá que haya menos probabilidades de que se metan en problemas en el instituto y en líos por cuestiones como sexo, drogas, alcohol y tabaco. Los conflictos con los padres, en la mayoría de los adolescentes, suelen estar relacionados con temas de la vida cotidiana, como las tareas domésticas, los estudios, los horarios, la forma de vestir, las amistades, etc. Al final de la adolescencia, la discordia se acentúa mayormente cuando se trata de temas relacionados con el consumo de alcohol o la sexualidad. La comunicación y entender su posición es crucial para resolver estos conflictos.
Un aspecto substancial de la búsqueda de la identidad es la necesidad de los adolescentes de independizarse de los padres. Las relaciones con personas de su misma edad se vuelven especialmente importantes. A veces, algunos padres no se dan cuenta de que sus hijos están creciendo y que necesitan también su espacio. Ante esta situación los padres se encuentran ante un conflicto ya que comprenden el deseo de autonomía por parte del adolescente pero su percepción es que todavía no están preparados para esa independencia y si emplean un control excesivo, surgirá la rebeldía y el conflicto. Por otra parte, como acertadamente han señalado Collins y Laursen (2004), en periodos de rápidos cambios evolutivos como la transición a la adolescencia, las expectativas de los padres con respecto al comportamiento de sus hijos son violadas con frecuencia, lo que causará conflictos y malestar emocional.
¿Qué tipo de padres os consideráis? El tipo de paternidad que parece aportar el mejor equilibrio es la democrática, pues ofrece aceptación y calidez, capacidad para actuar según normas y valores, deseo de escuchar, explicar y negociar, otorgar autonomía psicológica y animar a los hijos a formar sus propias opiniones.
Existen muchas formas de mejorar la relación con nuestros hijos adolescentes. Para ello os aconsejamos pasar más tiempo juntos y compartir momentos de ocio, dialogar y aprender a escuchar, cumplir las promesas que le hagamos, permitirles asumir algunos riesgos (emprender alguna actividad nueva, enfrentar un nuevo desafío,…) reconocer sus esfuerzos y brindarle vuestro apoyo, tener detalles o sorpresas de vez en cuando con ellos y sobre todo mantener frecuentemente una buena comunicación y decirles cuanto los queréis porque aunque ya no son niños les gusta seguir sintiéndose queridos, amados y aceptados.