Al principio son solo algunos berrinches y rabietas que podemos manejar. Lo achacamos simplemente a que nuestro hijo/a “nos ha salido” caprichoso/a, e incluso a veces nos hace gracia cómo se enfada, la cara que pone cuando algo le contraría y el ingenio que utiliza cuando quiere conseguir algo que le negamos.
Pero a veces solo es el principio. Si no le enseñamos normas y límites, la situación puede llegar a ser incontrolable y desbordante.
Como ya sabemos, educar no es tarea fácil. Tu hijo/a tiene la capacidad de absorber como una esponja la información procedente de cualquier estímulo, ya sea de carácter positivo o negativo. Sin embargo, los padres en muchos casos actuamos como modelos de conducta. Es decir, tenemos el poder de enseñarles y guiarles para que aprendan a realizar la conducta que deseamos o, por el contrario, para que no repitan el comportamiento que no deseamos.
Por ejemplo: Si siempre que vais en autobús, le cedes tu asiento a una persona mayor, es muy probable que tu hijo/a adquiera esa conducta de cortesía.
Y lo mismo ocurre al contrario: Si nos cruzamos al vecino y no le damos los buenos días, nuestro hijo/a tampoco lo hará.
También la televisión o los videojuegos, son un medio muy poderoso e influyente que repercute de manera especial en los valores de los niños, en su percepción del mundo y de la realidad social. Los niños tienden a creer todo lo que ven y escuchan, y aceptan todos los puntos de vista que se les muestra por estos medios. Por tanto, si el niño observa un programa con contenidos violentos, será muy probable que imite la agresividad que ve en la pantalla o que tenga tendencia a las pesadillas.
Por ello, es de gran importancia establecer un horario adecuado para ver la televisión y jugar a los videojuegos, supervisando siempre sus contenidos.
¿Que son conductas violentas?
Las conductas violentas se pueden resumir en dos tipos: agresión física (pegar, empujar, maltratar, destruir, etc.) y agresión verbal (insultar, amenazar, humillar, realizar gestos hostiles, etc.), aunque también pueden darse ambas al mismo tiempo.
Para conseguir algo, ya sean objetos, privilegios o como medio para captar la atención.
Por imitación de comportamientos que percibe en el entorno familiar o social.
Como desahogo al estar sometido a situaciones de tensión acumuladas o estrés.
Sin embargo, no debemos alarmarnos si detectamos conductas de este tipo en nuestros hijos e hijas, ya que es algo natural. Los seres humanos, como cualquier otro animal, utilizamos la agresión desde edades tempranas para expresar nuestra frustración y enfado:
6-12 meses: A esta edad los comportamientos agresivos ocurren con frecuencia como respuesta a una frustración.
12-18 meses: Cuando se empiezan a dar los primeros pasos, se hace uso de la agresión física como primera forma de obtener lo que se quiere.
18-24 meses: Aparecen las primeras rabietas (tirarse al suelo, llorar, patalear, gritar…) y se empiezan a observar conductas que pueden ser clasificadas de hostiles o agresivas hacia otros.
24-36 meses: Comienzan a aparecer las primeras formas de agresividad verbal y las amenazas.
2 años: La agresividad física comienza a disminuir al tiempo que se adquieren nuevas habilidades como el uso del lenguaje, que ayuda a comunicar la frustración de manera más constructiva y a mejorar el manejo de las emociones.
5-6 años: Pueden aparecer problemas de atención, crueldad con los animales, comportamientos de oposición, mentiras, pequeños hurtos, etc.
A partir de los 5 años, el cerebro está completamente desarrollado. En este momento ya somos capaces de controlarnos a nosotros mismos y podemos comenzar a aprender conductas alternativas a la agresión. Si a esta edad un niño/a continúa utilizando la agresión de manera regular para obtener lo que quiere o para expresar su frustración, probablemente necesitará ayuda profesional para aprender a controlarse mejor.
Para prevenir el problema, los padres debemos estar alerta cuando este tipo de comportamientos se produzcan de manera frecuente y ponernos manos a la obra para poder corregirlos.
A veces no es sencillo aplicar estas pautas. Como hemos visto se requiere tiempo, paciencia, constancia… que, muchas veces y por diferentes motivos, no tenemos. De ahí que muchos padres tiendan a utilizar otros métodos más rápidos como dar azotes, gritos, amenazas, etc. que pueden ser efectivos a corto plazo cortando la conducta de inmediato pero que, sin embargo, a largo plazo no corregirán la conducta. Debemos tener en cuenta que sólo enseñando cuál es la conducta concreta que han de modificar y la forma correcta de comportarse ante futuras situaciones similares, conseguiremos que nuestro hijo cambie su comportamiento.
“Sembrad en los niños ideas buenas, aunque no las entiendan; los años se encargarán de descifrarlas en su entendimiento y de hacerlas florecer en su corazón”. María Montessori.
Hola mi hijo de 5 años tiene miedo a la oscuridad, no quiere pasar la noche en su habitación ni andar por casa solo a menos que estén las luces encendidas. Nuestra casa no es grande, por lo que siempre nos escucha y si nos llama acudimos pero se niega a ir sin nosotros a habitaciones...
Mi hija de 10 años es muy tímida, le cuesta mucho hacer amigos, ahora que llega el verano me da pena porque la única niña con la que juega es una niña de su cole y durante estos meses no se ven. ¿Cómo puedo ayudarla a hacer amigos?