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Niños agresivos: Cómo actuar
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Artículo de Gloria Sánchez Torices (Psicologa, Psicología Sanitaria, Clínica)

Al principio son solo algunos berrinches y rabietas que podemos manejar. Lo achacamos simplemente a que nuestro hijo/a “nos ha salido” caprichoso/a, e incluso a veces nos hace gracia cómo se enfada, la cara que pone cuando algo le contraría y el ingenio que utiliza cuando quiere conseguir algo que le negamos.

Pero a veces solo es el principio. Si no le enseñamos normas y límites, la situación puede llegar a ser incontrolable y desbordante.

Como ya sabemos, educar no es tarea fácil. Tu hijo/a tiene la capacidad de absorber como una esponja la información procedente de cualquier estímulo, ya sea de carácter positivo o negativo. Sin embargo, los padres en muchos casos actuamos como modelos de conducta. Es decir, tenemos el poder de enseñarles y guiarles para que aprendan a realizar la conducta que deseamos o, por el contrario, para que no repitan el comportamiento que no deseamos.

Por ejemplo: Si siempre que vais en autobús, le cedes tu asiento a una persona mayor, es muy probable que tu hijo/a adquiera esa conducta de cortesía.

Y lo mismo ocurre al contrario: Si nos cruzamos al vecino y no le damos los buenos días, nuestro hijo/a tampoco lo hará.

También la televisión o los videojuegos, son un medio muy poderoso e influyente que repercute de manera especial en los valores de los niños, en su percepción del mundo y de la realidad social. Los niños tienden a creer todo lo que ven y escuchan, y aceptan todos los puntos de vista que se les muestra por estos medios. Por tanto, si el niño observa un programa con contenidos violentos, será muy probable que imite la agresividad que ve en la pantalla o que tenga tendencia a las pesadillas.

Por ello, es de gran importancia establecer un horario adecuado para ver la televisión y jugar a los videojuegos, supervisando siempre sus contenidos.

SOS: Las primeras conductas violentas

¿Que son conductas violentas?

Las conductas violentas se pueden resumir en dos tipos: agresión física (pegar, empujar, maltratar, destruir, etc.) y agresión verbal (insultar, amenazar, humillar, realizar gestos hostiles, etc.), aunque también pueden darse ambas al mismo tiempo.

  • La agresión física se produce por varias causas:

             Para conseguir algo, ya sean objetos, privilegios o como medio para captar la atención.
             Por imitación de comportamientos que percibe en el entorno familiar o social.
             Como desahogo al estar sometido a situaciones de tensión acumuladas o estrés. 

  • La agresión verbal utiliza las palabras o los gestos para hacer daño psicológico a otras personas. Suelen producirse conductas de este tipo en niños con una gran impulsividad e incapaces de controlarse.

Sin embargo, no debemos alarmarnos si detectamos conductas de este tipo en nuestros hijos e hijas, ya que es algo natural. Los seres humanos, como cualquier otro animal, utilizamos la agresión desde edades tempranas para expresar nuestra frustración y enfado:

6-12 meses: A esta edad los comportamientos agresivos ocurren con frecuencia como respuesta a una frustración.

12-18 meses: Cuando se empiezan a dar los primeros pasos, se hace uso de la agresión física como primera forma de obtener lo que se quiere.

18-24 meses: Aparecen las primeras rabietas (tirarse al suelo, llorar, patalear, gritar…) y se empiezan a observar conductas que pueden ser clasificadas de hostiles o agresivas hacia otros.

24-36 meses: Comienzan a aparecer las primeras formas de agresividad verbal y las amenazas.

2 años: La agresividad física comienza a disminuir al tiempo que se adquieren nuevas habilidades como el uso del lenguaje, que ayuda a comunicar la frustración de manera más constructiva y a mejorar el manejo de las emociones.

5-6 años: Pueden aparecer problemas de atención, crueldad con los animales, comportamientos de oposición, mentiras, pequeños hurtos, etc.

A partir de los 5 años, el cerebro está completamente desarrollado. En este momento ya somos capaces de controlarnos a nosotros mismos y podemos comenzar a aprender conductas alternativas a la agresión. Si a esta edad un niño/a continúa utilizando la agresión de manera regular para obtener lo que quiere o para expresar su frustración, probablemente necesitará ayuda profesional para aprender a controlarse mejor.

Para prevenir el problema, los padres debemos estar alerta cuando este tipo de comportamientos se produzcan de manera frecuente y ponernos manos a la obra para poder corregirlos.

Pautas para corregir a nuestro hijo/a ante una conducta violenta

  1. ELEGIR UN MOMENTO TRANQUILO: En la medida de lo posible, debemos alejarle inmediatamente del entorno en el que se ha cometido la conducta, de manera que no haya distracciones y pueda prestar atención a lo que vamos a decirle.
  2. SER ESPECÍFICO. Aunque la conducta de nuestro hijo/a nos resulte muy irritante, no debemos dejarnos llevar por los sentimientos y etiquetar al niño como malo, salvaje o rebelde. Debemos centrarnos en la conducta o actitud específica y definir el problema: ¿Qué es exactamente lo que hace el niño/a que deba ser corregido?
  3. HACER SABER AL NIÑO/A LO QUE SE ESPERA DE ÉL/ELLA: una vez especificado el comportamiento que queremos corregir, hay que explicar qué es exactamente lo que no debe hacer y lo que se espera de él/ella, asegurándonos de que nos escucha y que lo entiende perfectamente.
    Para ello, es muy útil elaborar alternativas de comportamiento, es decir, enseñar un comportamiento adecuado que sustituya al no adecuado. Si el problema es, por ejemplo, que se ha pegado con otro niño/a, podemos proponerle otras alternativas de respuesta que sean contrarias a la agresión, como por ejemplo: ignorar las provocaciones de otros niños, recurrir a un adulto que medie en la discusión, etc.
  4. SER CONSECUENTE: Hacer saber al niño/a lo que ocurrirá después de que se produzca la conducta. Deben aprender que sus actos tienen consecuencias que pueden ser positivas o negativas. “Cuando digas una palabrota, no podrás jugar al fútbol ese día”, “Si pides perdón, podrás ver los dibujos después de comer”.
  5. Y CONSTANTE: De nada sirve corregir una conducta un día si esa misma conducta la ignoramos al día siguiente. Unos padres inconstantes no imponen autoridad y sus hijos no respetan sus decisiones porque saben que no necesitan hacerlo. Si lloran, gritan o se resisten el tiempo suficiente, se saldrán con la suya. Para que el cambio sea eficaz, hay que actuar siempre con constancia.
  6. SER POSITIVOS: No todo lo que hace tu hijo/a está mal. Además de corregirles, debemos hacerles saber que les queremos, apreciamos y, sobretodo, reconocer cuando se comportan de forma correcta.
  7. SER PACIENTES: Estas conductas no suelen desaparecer de la noche a la mañana. Los cambios tanto en los niños como en los adultos, se producen gradualmente por etapas. Debemos evitar crearnos expectativas demasiado exigentes y alegrarnos antes los pequeños signos de progreso.

A veces no es sencillo aplicar estas pautas. Como hemos visto se requiere tiempo, paciencia, constancia… que, muchas veces y por diferentes motivos, no tenemos. De ahí que muchos padres tiendan a utilizar otros métodos más rápidos como dar azotes, gritos, amenazas, etc. que pueden ser efectivos a corto plazo cortando la conducta de inmediato pero que, sin embargo, a largo plazo no corregirán la conducta. Debemos tener en cuenta que sólo enseñando cuál es la conducta concreta que han de modificar y la forma correcta de comportarse ante futuras situaciones similares, conseguiremos que nuestro hijo cambie su comportamiento.

“Sembrad en los niños ideas buenas, aunque no las entiendan; los años se encargarán de descifrarlas en su entendimiento y de hacerlas florecer en su corazón”. María Montessori.

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Gloria Sánchez Torices
Psicologa, Psicología Sanitaria, Clínica
Centro de Psicología interdisciplinar para la atención y el tratamiento psicológico dirigido a niños/as, adultos y personas mayores. Diseñamos programas para la mejora de capacidades intelectuales en niños/as de todas las edades. Promovemos el desarrollo personal y ofrecemos servicios a empresas de coaching ejecutivo con técnicas de Programación Neurolingüística.
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Enfados y pataletas
Enseñar a nuestros hijos a reconocer y controlar sus emociones negativas es vital para su desarrollo emocional. En esta colección ofrecemos una guía para abordar reacciones extremas como los enfados y berrinches y otra que nos enseñará a resolver conflictos familiares, además de un cuento que ofrece a los niños un modo positivo de ver el enfado y enseñarles cómo comportarse.
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