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La influencia positiva de la lectura en el desarrollo de nuestros niños y niñas: El papel de la familia
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Artículo de Rocío Pascual Lacal (Maestra Infantil y Psicóloga, Lectura, familia y creatividad)

El lenguaje escrito es un medio de comunicación importante entre las personas y su entorno además de un valioso instrumento para desarrollar el pensamiento, organizar la experiencia y evocar la realidad. Favorece la unidad e identidad de la persona, permite regular las acciones y provee al individuo de recursos verbales para conocerse y describir sus conductas, sentimientos y pensamientos.

La lectura es una adquisición muy reciente y, por tanto, no está programada aún en el cerebro, no existe un área cerebral responsable de la lectura. En consecuencia, aprender a leer implica desarrollar circuitos que establezcan conexiones entre áreas destinadas a otras funciones (entre visual y la fonológica para la lectura en voz alta, entre la visual y la semántica para la lectura comprensiva, etc.).

Ello significa que el cerebro de los lectores cuenta con algunos circuitos neuronales que no están desarrollados en los cerebros de los analfabetos. Cuando los niños y las niñas aprenden a leer, realmente lo que están establecimiento conexiones entre áreas del cerebro destinadas a otra funciones y, con ello, desarrollando nuevos circuitos neuronales que posibilitan la lectura.

El desarrollo de estas áreas tiene una notable repercusión en el desarrollo del pensamiento permitiendo el avance de los procesos intelectuales superiores.

Importancia de la familia

El aprendizaje de la lectura tradicionalmente estaba vinculada a la escuela, pero hoy en día sabemos que no es el único espacio donde se aprende a leer y donde se desarrollan los hábitos de lectura, sino que también lo es la familia, la sociedad, y en ella especialmente las bibliotecas constituyen también un espacio privilegiado de formación (Larrosa, 1996).

La función educativa de la familia, sobre todo en los primeros años, es prácticamente insustituible. Desde la más tierna infancia, desde los primeros meses de vida, los hijos y las hijas establecen una relación con los padres y las madres a través de la palabra por medio de pequeñas canciones que están cargados de seguridad y afecto. En cualquier momento del día, o cuando se va acercando la noche, en el sillón o en la cama, ya comienzan a narrarle con enorme cariño los primeros cuentos, cuentos que ellos mismos pedirán escuchar una y otra vez. Progresivamente al ampliar el círculo de relación del niño y la niña, se conjugarán las actuaciones del entorno familiar y escolar para poder desarrollar y afianzar el hábito lector. Nos hacemos lectores a lo largo de toda la vida. El hábito lector se puede formar desde la infancia a la vejez. Como dijo Jurado (2002, p 230) “Aunque leer, más que habito es tenacidad, constancia y fidelidad”.

Los niños y las niñas leen a través de la voz de las madres y los padres cuando éstos les cuentan las historias que contienen los libros. Este es el principio de toda una andadura que no termina. Escuchar estas historias de forma cotidiana va creando en los más pequeños el gusto por la palabra y también el deseo de nuevas historias. De forma que el libro, el adulto y el niño forman un triángulo afectivo, que se queda grabado en la mente del menor.

Domínguez (2007, p. 259) realiza una profunda reflexión: “si alguien me preguntara cómo aprendí a leer y a escribir probablemente respondería que no sé; si alguien me preguntara quién me enseñó a leer, diría que fue mi padre quién me hizo ese regalo; y si alguien me preguntara quién despertó en mi el placer de la lectura, respondería que fueron mis padres. Después ha existido otras personas, maestros, amigos y escritores, que han modelado mi gusto por la lectura y mi libertad de leer, de escribir y de pensar”. En estas preguntas podemos advertir dos funciones importantes adheridas a la lectura. En primer lugar, el lector precisa realizar de forma adecuada un conjunto de operaciones implicadas en el proceso lector y en segundo lugar, para ser lector se necesita querer leer y disfrutar y aprender haciéndolo. Existe un concepto bastante extendido entre la población de que para leer se requiere una enseñanza especifica y explicita, mientras que para fomentar el habito lector basta con que el niño y la niña domine las estrategias lectoras. Pero las investigaciones llevadas a cabo nos revelan que es mucho más complejo convertirse en lector que aprender a leer a pesar de lo complejo de este proceso. En ello las familias juegan un papel primordial.

Diferentes autores han señalado la importancia de las interacciones sociales en los procesos cognitivos de aprendizaje (Bruner, 1995; Vygotksy, 1979) así como en los procesos de alfabetización inicial de niños y niñas de diferentes contextos culturales (Snow, Barnes y Griffin, 1998). El aprendizaje de la lectura y la escritura se inicia prácticamente en contextos no formales, esto es, en interacción con la familia, con los hermanos mayores, con los abuelos, etc. De hecho, una de las actividades que más se ha estudiado, antes de que los niños y niñas se inicien en el aprendizaje formal del lenguaje escrito, es la lectura de cuentos, y la creación de conocimientos sobre el lenguaje y estructuras de participación en la cultura escrita a partir de interacciones entre los padres y sus hijos en momentos de lectura compartida (Ninio y Bruner, 1978). Estos estudios han puesto de manifiesto la importancia de las interacciones iniciales con los cuentos, que tienen lugar en el contexto familiar. Vygotsky (1979, p. 89) explicaba en su concepto de la “zona de desarrollo próximo” cómo no se avanza en este potencial partiendo de lo que el niño ya sabe, sino a partir de interacciones nuevas con personas adultas o más expertas. En ese sentido Vygotsky defendía la importancia de la interacción con todas las personas del entorno del niño, no únicamente con los docentes en un entorno formal.

Un concepto de lectura más amplio

Lectura y desarrollo

La lectura dialógica es una nueva forma de entender la lectura: engloba el proceso cognitivo de la alfabetización dentro de un proceso más amplio de socialización en la lectura y creación de sentido acerca de la cultura escrita con las personas adultas del entorno. La clave es la interacción en los diferentes espacios y momentos de aprendizaje lector —aula, hogar, comunidad, etc. Desde la perspectiva dialógica, la comunidad cobra sentido no sólo porque representa un contexto en el que los niños interaccionan más allá del marco escolar, sino también porque miembros de la comunidad entran en los espacios educativos y participan en actividades de alfabetización, multiplicando las interacciones centradas en el proceso lector (Purcell-Gates, Degener, Jacobson y Soler, 2001; Soler, 2003).

Los hábitos y actitudes observadas en la familia influyen en la adquisición de hábitos y el desarrollo de actitudes por los hijos y las hijas en edades tempranas. El gusto por la lectura se fomenta desde el hogar cuando en éste se valora la lectura y se dedica tiempo a leer. En palabras de Borda (2008, p. 42) “placer, tranquilidad, intimidad son aspectos asociados a la práctica de la lectura en familia”, lo que se traduce como condicionantes favorables para proporcionar a los infantes las herramientas necesarias para una lectura sin presiones ni obligaciones.

En este sentido, el comportamiento de las familias en relación con la lectura proporciona modelos que serán imitados por los hijos y las hijas, de tal manera que los hábitos lectores de las familias se convertirán en generadores de hábitos lectores en los hijos y las hijas. Junto a esto, las actitudes positivas hacia la lectura en el ámbito familiar pueden traducirse en modos de interacción que sitúan la lectura y los libros como objeto central, y que contribuyen de manera considerable a las actitudes desarrolladas por los hijos e hijas y a los propios hábitos lectores de éstos.

En definitiva, el niño debe hallar en la lectura una vía para conocer, descubrir, relacionarse…haciendo de su práctica un aprendizaje significativo personal, base del pensamiento.

Animar a leer a los niños y niñas exige constancia, esfuerzo y entusiasmo por parte de los adultos que interactúan con ellos y ellas, además de encontrar situaciones y momentos en el que se despierte sentimientos y emociones.

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Rocío Pascual Lacal
Maestra Infantil y Psicóloga, Lectura, familia y creatividad
Soy maestra de Educación Infantil y Psicóloga. Doctora por la Universidad de Málaga. Actualmente ejerzo como asesora de educación en el centro del profesorado de Málaga Mis líneas de investigación son la lectura, familia, educación infantil y creatividad.
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