Antes de comenzar vamos a definir, ¿Qué entendemos por conductas prosociales?
Hablamos de las conductas prosociales como cualquier comportamiento que beneficia a otras personas o que tiene un impacto social positivo. Puede tomar muchas formas, conductas de ayuda, cooperación o solidaridad. Hablamos de altruismo cuando nos referimos a acciones prosociales costosas, llevadas a cabo de forma voluntaria por personas cuya motivación primaria es beneficiar a los otros.
Como dice la archi-conocida canción de Alejandro Sanz, Corazón partío: “Dar solamente aquello que te sobra nunca fue compartir, sino dar limosna”. Veamos algunas situaciones:
Hacer algo sin esperar nada a cambio
X Hacer algo a cambio de una recompensa tangible o intangible
Realizar alguna conducta de forma anónima
X Proclamar una buena acción realizada o que se tiene intención de realizar
Tomar una decisión que aún afectandonos directamente beneficie a una persona o grupo de personas.
X Tomar una decisión que nos afecta directamente y beneficia a una persona o grupo de personas pero que nos reporta un beneficio mayor a largo plazo.
(Por ejemplo, nos quedamos a trabajar más horas para ayudar a un compañero/a de trabajo pero en realidad lo hacemos para no quedarnos el próximo mes sin vacaciones).
Nancy Eisenberg es una investigadora que ha contribuído en gran medida a los conocimientos del ámbito que nos concierne dentro del ámbito de la Psicología Evolutiva. En su estudio con Mussen de 1977 identifica como conductas prosociales: ayudar, consolar y compartir. Este tipo de conductas definen la conducta moral prosocial y están relacionadas con la conducta altruista. Las conductas prosociales son muy diversas desde dar apoyo material, psicológico, donaciones, compartir, consolar, etc. Tanto individualmente como participando en grupos sociales que favorecen la justicia y tratan de disminuir las injusticias sociales y generar más bienestar social.
Los factores que promueven estas conductas pueden responder a diversas perspectivas, siendo las más frecuentes las cognitivas, procesos afectivos y motivacionales así como inteligencia y personalidad.
Fomentar estas conductas y darlas a conocer entre la sociedad puede servir para construir una sociedad más prosocial viendo un impacto real en nuestras relaciones diarias.
Es lógico por tanto destacar la relevancia de la educación a menores para que las conductas prosociales formen parte de ellos desde edades tempranas.
En multitud de ocasiones habremos oído hablar de la inteligencia emocional, es imposible hablar de conductas prosociales sin mencionar este conjunto de aptitudes y actitudes cuya creación es atribuida al autor Goleman, definidas como la capacidad que tenemos las personas de manejar, entender, seleccionar y trabajar las emociones y las de los demás con eficiencia y generando resultados positivos.
¿Qué recomendaciones se establecen por lo tanto para fomentar las conductas prosociales en cualquier ámbito, tanto educativo como familiar?
1. Reforzamiento positivo
Los premios deben ser utilizados de manera cuidadosa y limitada para el fomento de la conducta prosocial. Resultará más efectivo alentar a los niños/as reconociéndose cuando realicen conductas prosociales, ya sea de manera pública o privada, para lograr que tomen conciencia de sus conductas positivas y, más aún, que se sientan bien consigo mismos, promoviendo una consolidación de estas tendencias.
2. Crear un ambiente agradable y disciplina
El hecho de que existan normas y disciplinas nada debe tener que ver con que el ambiente no sea agradable. Mostrar respeto y sentirse valorados propiciará implícitamente la conducta prosocial, definiendo un compromiso personal de los chicos y chicas con esos valores de forma autónoma.
3. Promover la empatía entre los más pequeños
Tener comportamientos de empatía con los más pequeños les hace tener ellos también esos mismos comportamiento, en la etapa infantil se dan numerosas situaciones para poder enseñarles cómo se ha de actuar. De esta forma serán conscientes de cómo interactuar con otras personas.
4. Fomentar el trabajo cooperativo.
Planificar las tareas (de casa o ejercicios y actividades cualquiera que sean) en el que exista una meta común para un grupo de personas, desde las primeras etapas permite a los niños y niñas desarrollar capacidades muy útiles para el transcurso de sus vidas. Que todos/as remen en la misma dirección fomenta el trabajo cooperativo permitiendo hilar las capacidades anteriores.
5. Y no por ser el último es menos importante… ser un modelo a seguir.
Antes de esperar una conducta deseada en los más pequeños debemos ser capaces de demostrar cómo aplicarlo.
Es de sobra conocido que los más pequeños son esponjas, capaces de imitar a la perfección las conductas que ven en los mayores, sus modelos a seguir y a sus iguales, compañeros/as de su edad que repercuten en sus conductas. De ahí la importancia de fomentar estas conductas prosociales, facilitando al grupo a crecer con valores positivos que les permitan un desarrollo evolutivo funcional.
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