¿A quién no le gusta que una persona por la que sentimos afecto nos mime? ¿Qué padre/madre no ha consentido a su hijo/a alguna vez? Seguramente todos nosotros hemos recibido gestos de cariño, mimos, besos, abrazos y achuchones.
Las expresiones de cariño son una necesidad vital para los niños y de ello dependerá, en parte, su desarrollo afectivo y psicológico. Sin embargo, los padres debemos evitar que los hijos se habitúen a ver satisfechas todas sus peticiones y exigencias sino estaremos contribuyendo a malcriarlos.
¿Quién no ha repetido mil veces la frase "Mi mamá me mima" cuando aprendía a leer? Una cosa es mimar y otra diferente los mimos. ¿Qué es lo que necesita realmente un niño? Mimar y consentir a un hijo es obstaculizar su aprendizaje impidiendo que el niño aprenda a aceptar los desengaños y tropiezos en la vida; pero darle mimos es sencillamente responder a su necesidad de sentirse querido y eso no podemos erradicarlo. Tanto si tiene dos meses como si ya ha pasado su primer año de vida, el niño necesita que sus padres lo abracen, le acaricien y le den besos a menudo.
Consejos:
Es muy fácil caer en la tentación de mimar o proteger en exceso a nuestros hijos. Para ello debemos evitar:
Por el contrario algunos aspectos que debemos potenciar son:
Fabricio Caivano, fundador de Cuadernos de Pedagogía, preguntó a Gabriel García Márquez, autor de Cien años de soledad, acerca de la educación de los niños. "Lo único importante, le contestó el, es encontrar el juguete que llevan dentro". Cada niño lleva uno distinto y todo consiste en descubrir cuál es y ponerse a jugar con él. “No creo que haya una manera mejor de educar a un niño que hacer que se sienta querido. El niño amado siempre tendrá más recursos para enfrentarse a los problemas de la vida que el que no lo ha sido nunca”
Sin apenas darse cuenta, y sin mala intención, los padres cometen el error de complacer a sus hijos en la mayoría de sus peticiones. A veces tenemos que convertirnos en padres perseverantes y autoritarios para poder guiar por el buen camino a nuestros hijos. No debemos darles todo lo que piden, por ello desde pequeños deben aprender a aceptar el NO, enseñándoles así a esforzarse por lograr algo, a valorar las cosas, a disfrutar con lo que se tiene y cuidarlo. La felicidad de nuestros hijos no depende de la cantidad de juguetes que tengan, de las golosinas o ropa que le compremos sino del cariño que le manifiestemos.
«Tenerlo todo —añade Alfonso Ladrón, psicólogo clínico infantil del servicio de Psiquiatría del Hospital Clínico San Carlos— les genera además mucha ansiedad porque, por ejemplo el hecho de tener demasiado juguetes implica no tener tiempo suficiente para jugar con todos ellos, y se pierden ante la abundancia.
Decirles «no» es imprescindible para que aprendan a manejar sus emociones. Probablemente tendrá una rabieta al negarle aquello que pida en un momento determinado, llorará y pataleará si no le dais lo que quiere y ante esta situación lo mejor es tener paciencia, ignorarles y mostrarse tranquilos y serenos para posteriormente y una vez que se haya calmado abrazarle, consolarle y acompañarle a jugar con algo de lo que tiene o con su juguete o peluche favorito, de esta forma tened la seguridad de que lo estaréis haciendo bien. Por el contrario si os ponéis nerviosos y le gritáis os estaréis poniendo a su altura y tendrá la percepción de que es capaz de manipularos a su antojo.
El simple detalle de enseñarle a respetar el horario de comidas cuando aún depende del biberón, o empeñarnos en que se duerma sin que lo cojamos en brazos, es ya un primer e importante paso en esta labor de no malcriarlos desde pequeños.
Hemos de ser conscientes de que al consentir no les estamos ayudando a crecer, simplemente les damos demasiadas cosas y de esta forma no aprenderán a valorarlas. Lo ideal para su desarrollo sería que encontraran sus propios recursos, se esforzaran en buscar alternativas,…Los niños aprenden de lo que ven hacer a sus padres, por eso también es positivo que nos vean tolerantes ante nuestras propias frustraciones. Es decir, que si hemos tenido un mal día en el trabajo, no es conveniente que nos vean enfadados o si se nos cae un plato y se rompe que montemos una escena.
No cabe duda de que negar a un hijo aquello que desea en cada momento no es de cierto agrado. «Sin embargo, la frustración debe formar parte del aprendizaje general del niño —apunta Sergi Banús, psicólogo clínico infantil y director de psicodiagnósis.es—Sobre todo entre los dos y cuatro años, que es la franja de edad de mayores rabietas».
Además, el nivel de demanda irá en aumento según avance en edad y «de la piruleta pasará al iPad, la moto,… Si no lo consigue, su grado de frustración será tan grande que llegará a ser agresivo porque no ha aprendido a manejar sus frustraciones ni sus emociones, y no conoce otra forma de lograr sus objetivos. Por ello, estamos contribuyendo a que nuestros hijos sean adolescentes deprimidos», apunta Sergi Banús.
Cuando el pequeño no acepta un no, «monta un teatro en el que busca espectadores. Si percibe que no lo consigue, dejará de actuar así. Pero si al final se sale con la suya, la próxima vez que quiera algo actuará de la misma manera o con un berrinche mayor», explica Banús.
La sobreprotección se traduce en una serie de comportamientos de los padres hacia el hijo que limitan la libertad de éste a la hora de tener experiencias con su entorno y que buscan evitar la experimentación por parte del hijo de consecuencias negativas tanto emocionales como físicas, como por ejemplo no dejarle hacer ciertas cosas para prevenir que le pase algo, no dejarle jugar a ciertos juegos por temor a que se haga daño, consentir todo aquello que quiera para evitar que experimente emociones negativas,…Como consecuencia de esta necesidad, se llega a generar una dependencia hijo-padres y viceversa.
El lenguaje muchas veces se ve afectado por causa de la sobreprotección teniendo consecuencias como por ejemplo el retraso en la adquisición del lenguaje y/o del habla, así como falta de necesidad de expresar verbalmente sus necesidades. Otra consecuencia perjudicial para el desarrollo del niño es la privacidad de experiencias de aprendizaje tanto negativas como positivas.
De lo negativo también se aprende y son este tipo de experiencias las que permiten a las personas ir desarrollando habilidades de afrontamiento para su día a día. Entre estas habilidades se encuentran la “tolerancia a la frustración”, las capacidades para resolver los propios problemas, las habilidades para gestionar adecuadamente las emociones positivas y negativas, la capacidad de aplazar la obtención de las cosas que deseamos, etcétera.
Aquellas conductas que reporta consecuencias positivas tenderán a repetirse, y aquellas que conllevan consecuencias negativas se eliminarán. Esta es la manera como aprendemos las personas. Pero es necesario tener experiencias con el mundo para que estos aprendizajes cada vez más complejos puedan producirse. Es necesario que el niño o niña, desde que viene al mundo esté expuesto a las experiencias apropiadas para su edad para que vaya adquiriendo de manera espontánea aquellos comportamientos y capacidades que resultan adecuados para su nivel de desarrollo.
Resumiendo, lo primero que deben pensar los padres es que, aunque nos duela negar a nuestros hijos sus deseos, estamos trabajando para fortalecer su desarrollo como persona para que tenga un futuro mejor. Le estamos enseñando a esforzarse y ser tolerante ante un «no», lo que le ayudará muy positivamente a no bloquearse y a manejar sus emociones correctamente antes ciertas adversidades, en sus relaciones sociales, en sus estudios y, sobre todo, en su trayectoria profesional.
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Mi hija de 10 años es muy tímida, le cuesta mucho hacer amigos, ahora que llega el verano me da pena porque la única niña con la que juega es una niña de su cole y durante estos meses no se ven. ¿Cómo puedo ayudarla a hacer amigos?