Nelson Mandela ha enseñado al mundo que la dignidad de las mujeres y los hombres es la única base para construir sociedades justas. Nos ha demostrado que la paz no es un ideal ni algo abstracto, sino una forma de vida, un modo de interactuar con los demás y con el mundo.
Nació el 18 de Julio de 1918. Su maestra de primaria fue una misionera británica, que lo bautizó con el nombre anglófono de Nelson, el cual adquirió validez a efectos legales y siendo sudafricano adoptó el nombre de Nelson Mandela. “Nací cuando terminaba la primera guerra mundial, y dejo la vida pública cuando el mundo celebra el cincuentenario de la Declaración Universal de Derechos Humanos. (...) Seguiré abrigando la esperanza de que en mi propio país y en mi propia región, en mi continente y en el mundo, surja un grupo de líderes que no permita que a nadie se le niegue la libertad, como a nosotros”.
Y para lograr este objetivo, la propuesta del premio Nobel de la Paz será también desde la educación. Así reflexionó en uno de sus discursos antes de acabar con el Apartheid: “Hay dos maneras de salir de la pobreza. La primera es mediante la educación formal y la segunda cuando el trabajador adquiere mayores conocimientos en su trabajo y, por ende, un salario más alto. En lo que respecta a los africanos, ambas posibilidades se ven deliberadamente reducidas por la legislación”. Mandela promovió el diálogo, la resolución pacífica de los conflictos y la alfabetización de la población (accesibilidad universal), para modificar la situación bélica que vivía su país: “La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo”. En paralelo, aunque un siglo antes -y salvando las diferencias- Concepción Arenal, que también estudió (disfrazada de hombre, lo que pudo) para abogada, y desempeñó labores en torno a la prisión (en 1864, Isabel II la nombró Visitadora de Prisiones de Mujeres)afirmó lo siguiente: Abrid escuelas y cerraréis cárceles. Es decir, se puede elegir entre un gobierno preventivo (que invierta en educación) o un gobierno punitivo (que invierta en castigo y penalizaciones).
Para alcanzar una escuela donde la accesibilidad sea universal y en igualdad de condiciones (equidad), además de las variables “educativas”, socioeconómicas, ambientales o culturales, existen otras características de los individuos que históricamente -como estamos viendo- han sido fuentes de prejuicios, marginación y, consecuentemente, de desigualdad. Entre estas variables, las más significativas siguen siendo el género y la pertenencia étnica. Dado que no se puede actuar sobre ellas con intención de eliminarlas, las políticas públicas apuntan a reparar el agravio comparativo sufrido por estos sectores sociales desarrollando programas de discriminación positiva, educación bilingüe intercultural y similares. Es decir, aplicar ambos principios aristotélicos: el de equidad horizontal (lo igual para los iguales) y el de equidad vertical (lo desigual para los desiguales).
Merece la pena recuperar el párrafo siguiente de la Declaración de las Naciones Unidas sobre la eliminación de todas las formas de discriminación racial (1963):
“Considerando que toda doctrina de diferenciación o superioridad racial es científicamente falsa, moralmente condenable, socialmente injusta y peligrosa, y que nada permite justificar la discriminación racial, ni en la teoría ni en la práctica, (…) afirma solemnemente la necesidad de adoptar con tal objeto medidas de carácter nacional e internacional, incluidas medidas en las esferas de la enseñanza, la educación y la información, para asegurar el reconocimiento y la observancia universales y efectivos de los principios de esta declaración”.
Mandela en sus discursos también reflexionó sobre otras cuestiones relacionadas y de sumo interés, como lo que entendemos por educación, sus diferencias con formas de adoctrinamiento o manipulación en la formación, y las medidas oportunas para conseguir la igualdad en el acceso a la educación, independientemente de dónde se haya nacido o de la etnia a la que se pertenezca. Sin embargo, hace más de un siglo que nació Mandela y pronto hará medio siglo de las declaraciones de las Naciones Unidas que el resto del mundo deberían promover y concretar, y aún queda mucho por hacer. De hecho, recientemente (Mayo 2015) se ha publicado la Incheon Declaration, con el año 2030 como la fecha final para lograr similares objetivos.
Por último, aquí en España, se expresa este progreso en la educación desde lo recogido en el Artículo 27.1, del Título I (“De los derechos y deberes fundamentales”), Capítulo Segundo, Sección 1ª, de nuestra Constitución (“Todos tienen el derecho a la educación. Se reconoce la libertad de enseñanza”) hasta la reciente concreción del Plan Andaluz de Cultura de Paz y Noviolencia, donde la educación es definida -en el sentido más amplio del término- como “el principal instrumento para la construcción de la Cultura de Paz cuyos elementos fundamentales son el aprendizaje y la práctica de la noviolencia activa, el diálogo, la tolerancia, la solidaridad, el respeto de los derechos humanos y la lucha permanente por la justicia”. Este plan se enmarca dentro del Decenio para la educación en la esfera de los derechos humanos (1995-2004) y el Decenio Internacional de la Cultura de la Paz y Noviolencia (2001-2010). En un breve resumen, la concepción holística de la paz conlleva un modelo de educación que se configura curricularmente a través de diversas e interconectadas dimensiones o componentes:
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